viernes, 11 de diciembre de 2015

Juana Mascaró


 

 
 
Juana Mascaró se formó como maestra en la época de la República y ejerció desde los años 40 en distintos pueblos de Mallorca, y en Madrid. Apasionada de su trabajo convirtió su profesión en su vida. Implicada en investigar  cómo formar mejor a sus alumnos preescolares, publicó algunos juegos. Sin duda Juana experimentó que el juego podría ser una herramienta útil en la educación y utilizaba en sus clases ristras de botones ensartadas por grupos que sus alumnos aprenderían como unidades, o decenas.
 
Mi amiga Inés es la nieta de Juana, y a sus manos llegaron los botones de su abuela, a modo de herencia, junto a hilos de labor y parte de un ajuar. Al saber de mi afición a la aguja y como apoyo a inicios de proyectos costureros, Inés me cedió lo que para mí es un pequeño tesoro. Cuando llegué a casa cargada de bolsas,  vacié los botones sobre una mesa y me emocioné. Deseé  cuidarlos, y fui agrupándolos por colores en diversos cajones. Cuando coso una pieza en la que pienso incluir un botón, hay un momento mágico: abrir esos cajones y buscar y rebuscar entre todos ellos el color y la forma que mejor se integra en la pieza. No ha habido aún ninguna decepción, sino todo lo contrario, la sorpresa de encontrarlo.
Algunos de los hilos para labores, ovillitos y pequeñas madejas de colores, están envueltos por pedazos de  páginas amarilleadas por el tiempo de la revista El Magisterio, de diciembre de 1935. En una de ellas se habla del juego como una actividad lúdica importante en el aprendizaje infantil. 
 
 
 

El ajuar contiene textiles para la casa: un delantal, una toalla de lino y algunas piezas bordadas, quizás con esos hilos. Los ajuares han sido las pequeñas y únicas propiedades permitidas a las mujeres durante gran parte de la historia, relegadas al entorno doméstico. La única herencia transmitida de mujer a mujer a través de los tiempos. Pero no es una herencia insignificante, son el hilo que nos une a la historia de tantas mujeres, a sus silencios solitarios y a sus confesiones compartidas.
 
 
 
 
Nunca sabremos lo que esconde cada puntada de un bordado, cada nudo de una alfombra, cada pieza de un quilt, cada vuelta de bolillo, qué pensamientos  acompañaron estas labores, cuántos anhelos fueron satisfechos y cuántos no. Pero sí sabemos que el hilo no se ha cortado. Ha sido roto muchas veces, invisibilizando parte de nuestro tejido femenino. Seguimos unidas pese a todo, ahora visibles y empoderadas. Solo nos queda restaurar el tejido maltratado por el tiempo, y sacar a la luz todos los saberes que quedaron silenciados.
Por las que nos precedieron y para las que nos precederán, seguiremos el hilo....."
 
 
Amparo Trementinera.
 
 
 


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