Juana
Mascaró se formó como maestra en la época de la República y ejerció desde los
años 40 en distintos pueblos de Mallorca, y en Madrid. Apasionada de su trabajo
convirtió su profesión en su vida. Implicada en investigar cómo formar mejor a sus alumnos preescolares,
publicó algunos juegos. Sin duda Juana experimentó que el juego podría ser una
herramienta útil en la educación y utilizaba en sus clases ristras de botones
ensartadas por grupos que sus alumnos aprenderían como unidades, o decenas.
Mi amiga
Inés es la nieta de Juana, y a sus manos llegaron los botones de su abuela, a
modo de herencia, junto a hilos de labor y parte de un ajuar. Al saber de mi
afición a la aguja y como apoyo a inicios de proyectos costureros, Inés me
cedió lo que para mí es un pequeño tesoro. Cuando llegué a casa cargada de
bolsas, vacié los botones sobre una mesa y me emocioné. Deseé
cuidarlos, y fui agrupándolos por colores en diversos cajones. Cuando
coso una pieza en la que pienso incluir un botón, hay un momento mágico: abrir
esos cajones y buscar y rebuscar entre todos ellos el color y la forma que
mejor se integra en la pieza. No ha habido aún ninguna decepción, sino todo lo
contrario, la sorpresa de encontrarlo.
Algunos de
los hilos para labores, ovillitos y pequeñas madejas de colores, están
envueltos por pedazos de páginas amarilleadas por el tiempo de la revista
El Magisterio, de diciembre de 1935. En una de ellas se habla del juego como
una actividad lúdica importante en el aprendizaje infantil.
El ajuar
contiene textiles para la casa: un delantal, una toalla de lino y algunas
piezas bordadas, quizás con esos hilos. Los ajuares han sido las pequeñas y
únicas propiedades permitidas a las mujeres durante gran parte de la historia,
relegadas al entorno doméstico. La única herencia transmitida de mujer a mujer
a través de los tiempos. Pero no es una herencia insignificante, son el hilo
que nos une a la historia de tantas mujeres, a sus silencios solitarios y a sus
confesiones compartidas.
Nunca sabremos lo que esconde cada puntada de un
bordado, cada nudo de una alfombra, cada pieza de un quilt, cada vuelta de
bolillo, qué pensamientos acompañaron estas labores, cuántos anhelos
fueron satisfechos y cuántos no. Pero sí sabemos que el hilo no se ha cortado.
Ha sido roto muchas veces, invisibilizando parte de nuestro tejido femenino.
Seguimos unidas pese a todo, ahora visibles y empoderadas. Solo nos queda
restaurar el tejido maltratado por el tiempo, y sacar a la luz todos los
saberes que quedaron silenciados.
Por las que
nos precedieron y para las que nos precederán, seguiremos el hilo....."
Amparo Trementinera.